26 mayo 2009

Wally

Dios ha muerto, Marx ha muerto... y yo tampoco me encuentro muy bien
Graffiti



La masa siempre es algo peligroso para cualquier individuo. Y cuando digo la masa, me refiero a un conjunto de personas, no al señor verde que me obliga a cambiar el mobiliario cada vez que viene y sale su padre en la conversación.

Al principio pensé que la costumbre de este paciente de rodearse de multitudes tenía que ver con la búsqueda de un sentimiento de pertenencia. Lo descarté cuando acudió a una playa abarrotada con sus habituales jersey y gorro de lana. Lo atribuyo ahora a un intento de sublimación sexual a través del contacto. En esencia es lo mismo que los señores que se rozan en el autobús o el metro, pero con gorrito.

Hemos decidido ir modificando su conducta a través de una serie de ejercicios:

  • Cambiarse de ropa. He llegado a pensar que sólo se mueve entre multitudes por disimular algún tipo de olor corporal.
  • Ver programas del corazón. No sé que relación tuvo con ellos para tener esa obsesión con pasar desapercibido, pero en cualquier caso, ya no está en su punto de mira.
  • Coger la línea 6 de metro de Madrid en hora punta. Verá cómo así se le quita la tontería de las multitudes.


Su paranoia ha llevado al paciente a registrarse en mi consulta como Enrique de la Serna. A Paula, Jess, Helio, Bea, Eric y Jow tendré que ir tratándolos en posteriores sesiones. Estoy sumamente interesado en saber cómo les convencen para ir a los sitios en manada.

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