17 diciembre 2009

Mario

No es sólo no hay Dios, además intenta conseguir un fontanero en domingo
Woody Allen

Superada la aversión a los puercoespines, por fin me puedo poner con el señor Mario en trabajar otros aspectos de su patología. Lo cierto es que ha sido una labor ardua. El pobre hombre veía erizos por todas partes: incluso en esos delirios que tiene en los que cree participar en las Olimpiadas. A Italia le ha venido muy mal históricamente que Bud Spencer fuera nadador olímpico. Eso de "si quieres, puedes", está muy pasado de rosca desde Paulo Coelho. Aunque, claro, a él le ha venido bien: sin saber escribir ni nada, miren dónde está. Lo que me recuerda que tengo que cambiarle la cita de la semana que viene. No sé qué me ha dicho de una conspiración del Universo. Luego le preguntaré al Wyoming si tiene algo que ver.

Pero estoy divagando. Estoy muy contento con la evolución del señor Mario, especialmente por lo mal que ha ido hasta ahora. El hombre empezó viendo monos gigantes, pero eso no es tan extraño en según qué región de Italia y según cuales sean las tradiciones higiénicas de tu familia. Luego pasó a ver dinosaurios más allá de las noticias de política. Acabó con un delirio paranoide de que era la persona más conocida del mundo. Chuck Norris le perdone.

Avanzamos a saltos con este hombre, así que espero tener buenas noticias después de que haga los siguientes ejercicios:

  • Cambiar la estrategia de márketing de su empresa de reformas. Es evidente que si te lías a cabezazos con los techos, alguien tendrá que repararlos y eso hará que el dinero surja a su alrededor. Pero a la larga te lo dejas en seguros.
  • Si su rival por el amor de una mujer es una versión sucia y descuidada de sí mismo (al que se refiere como "Wario"), basta para eliminar su preocupación que se duche de vez en cuando y que haga dieta.
  • Comer vegetales es sano, pero no te da superpoderes. Salvo que seas Ghandi.
  • Relajar sus relaciones interpersonales en el trabajo. Para triunfar no es necesario pisarle la cabeza a todo el que se interponga en su camino.
  • Evitar las tiendas de mascotas. Al menos hasta que consigamos reprimir esos impulsos tan raros que tiene cuando ve una tortuga.


Y gracias a Edu que, como si fuera un banco, nos ha proporcionado la ilusión del dinero.

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