Navidad es la época para los grandes emprendedores: siempre se ha dicho que en esta época del año un par de personas inició un negocio en una especie de zaguán que acabó por convertirse en una organización extendida por todo el mundo. Pero no sólo está el caso de Microsoft, también el paciente del que os hablo esta semana.
Este hombre empezó como deshollinador metiéndose por las chimeneas. Pero parece que está el tema como con los fontaneros, sólo que encima hay muchos menos en el negocio. Conclusión: con lo que saca currando un día, saca para pasar todo el año. Bueno, como el calvo de la Navidad ese que sólo sale una vez al año por la tele para contar un cuento bonito y lleno de buenas intenciones. El rey, digo.
Como coincide que esta semana me ha dicho que tiene lío y que yo me pienso lobotomizar a base de comer, le daré margen, pero espero que empiece a ponerse las pilas con los siguientes ejercicios:
- Relejarse en el debate político. Está bien ser republicano, pero hay diferencia entre eso y ver a los reyes como su competencia.
- Si se está quedando calvo, se está quedando calvo. No lo evitará llevando puesto todo el día el gorro de dormir.
- Llevar a sus mascotas al veterinario cuando le necesitan. Un buen índice de esto es que tengan la nariz roja y brillante.
- Es cierto que es de mala educación no degustar las viandas de la esforzada invitación de un anfitrión. Pero una galleta por persona cuando se visitan 6.000 millones en una noche quizá sea un exceso. Por mucho que le pique Falete.
- Si ve elfos... bueno, no, lo de los elfos lo hace bien: puestos a ver seres bajitos y de voz chillona, ¿qué mejor que ponerles a trabajar repartiendo ilusión? Algunos también lo ven como esclavismo, pero no es nada que no haga la Organización Nacional de Loterías y Apuestas del Estado con los niños de San Ildefonso.